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Lost in a dream

Un cuento, Kafka y la muñeca.

Un cuento, Kafka y la muñeca.

Paul Auster, en Brooklyn Follies, narra una bellísima historia sobre Kafka, una niña y su muñeca. En una ocasión paseando por el parque Steglitz, en Berlín, Kafka se encuentra con una niña que llora desconsoladamente. Cuando éste le pregunta el motivo de su disgusto la niña le contesta: “Es que he perdido mi muñeca”.
En seguida Kafka inventa una historia, le cuenta “tu muñeca no se ha perdido, está de viaje”, “¿y cómo lo sabes?” le dice la niña, “porque me escribió una carta donde me cuenta que está bien. Ha salido a buscar una nueva vida, una vida propia, pues ya siente que tiene la edad suficiente. Pero piensa mucho en ti y te manda saludos".
La niña ya se siente un poco mejor y le pregunta: “¿tienes ahí la carta?”, Kafka le contesta, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana, aquí a la misma hora, te la traigo para que la veas”.

Kafka volvió a su casa y escribió una carta para entregársela a la niña al día siguiente. Según cuenta Dora Dymant, su compañera de aquellos días, lo hace con la misma intensidad y concentración con que escribía sus obras.

Al día siguiente, en el parque, la niña le esperaba. Como todavía no sabe leer, Kafka le lee la carta. La muñeca cuenta que necesita cambiar de aires y conocer mundo, pero que se acuerda mucho de la niña, y por lo tanto mantendrá correspondencia con ella y le contará en sus cartas todas sus aventuras.

Durante tres semanas la niña se alegraba muchísimo cada vez que Kafka le traía nuevas cartas con noticias de la muñeca, que escribía en su casa con delicadeza y atención. En ellas inventaba historias de la nueva vida de la muñeca, iba al colegio, conocía nuevos amigos… hasta que llega la carta definitiva donde la muñeca conoce a un joven del que se enamora y con el que se casa felizmente.

Con el satisfactorio final de la historia de su muñeca, la niña se consoló para siempre.

Qué bello!! Conmoverse por el llanto de una niña e inventarle una realidad factible y agradable que terminara con el dolor por la pérdida de su compañera.
Aquel hombre atormentado, complejo y escéptico, que nos escribía una vida dura, llena de miedos e indiferente ante las desgracias ajenas, nos muestra que a pesar de todo, en algunos momentos se puede crear esperanza, convencer con la palabra, e inventarnos una “realidad” que nos aleje de la cruda verdad y nos de un poco de aliento para seguir.


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